Aquí os comparto la segunda parte de los fragmentos subrayados del libro: «El cuerpo lleva la cuenta» que me llegaron a través de una newsletter y que considero que puede ser de mucha utilidad para el autoconocimiento de cada uno de vosotros. Aquí podéis leer la parte 1.
DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales): Cuando el DSM-V se publicó en mayo de 2013, incluía unos 300 trastornos en sus 945 páginas. Ofrece un verdadero revoltijo de posibles etiquetas para los problemas asociados con traumas graves de la infancia, incluyendo algunos nuevos como el trastorno de regulación disruptiva del estado de ánimo, 26 la autolesión no suicida, el trastorno explosivo intermitente, el trastorno de interacción social desregulada y el trastorno de control disruptivo de los impulsos.
Con el DSM-V, la psiquiatría ha retrocedido claramente hacia la práctica médica de principios del siglo XIX. A pesar de que conocemos el origen de muchos de los problemas que identifica, sus «diagnósticos» describen los fenómenos superficiales ignorando por completo las causas subyacentes.
Si solo consideramos los defectos biológicos y genéticos como causa de los problemas mentales e ignoramos el abandono, el abuso y las carencias, tenemos tantas probabilidades de caer en tantos puntos muertos como las generaciones anteriores que lo achacaban todo a unas madres terribles.
Los seres humanos son animales sociales, y los problemas mentales implican no ser capaz de llevarse bien con otras personas, no encajar, no sentirse integrado y, en general, no poder estar en la misma longitud de onda.
En el ser humano, todo (el cerebro, la mente y el cuerpo) está orientado hacia la colaboración en los sistemas sociales.
Es nuestra estrategia de supervivencia más poderosa, la clave de nuestro éxito como especie, y es precisamente esto lo que no funciona en la mayoría de formas de sufrimiento mental.
El apoyo social es una necesidad biológica, no una opción, y esta realidad debería ser la columna vertebral de toda prevención y tratamiento.
Recuperación: HACERNOS AMIGOS DEL CEREBRO EMOCIONAL
1. MANEJAR LA HIPERACTIVACIÓN
Esto significa que podemos educar directamente nuestro sistema de activación según nuestra forma de respirar, cantar y movernos, un principio que se ha utilizado desde tiempos inmemoriales en lugares como China y la India, y en todas las prácticas religiosas que conozco, pero que se considera sospechosamente «alternativo» en la cultura general.
Aprender a respirar tranquilamente y a permanecer en un estado de relajación física relativa, incluso mientras se accede a recuerdos dolorosos y horribles, es una herramienta fundamental para la recuperación.
A diferencia de la confianza occidental en los fármacos y las terapias verbales, otras tradiciones de todo el mundo se basan más en la conciencia, el movimiento, los ritmos y la acción.
Todas estas técnicas implican movimiento físico, respiración y meditación.
2. NO HAY MENTE SIN CONCIENCIA
En el centro de la recuperación se encuentra el autoconocimiento.
La conciencia corporal nos pone en contacto con nuestro mundo interior, el paisaje de nuestro organismo.
Las personas traumatizadas suelen tener miedo a sentir. Ahora, el enemigo no es tanto el autor de los hechos sino sus propias sensaciones físicas.
Se ha demostrado que el mindfulness tiene un efecto positivo sobre varios síntomas psiquiátricos, psicosomáticos y relacionados con el estrés, incluyendo la depresión y el dolor crónico, incluyendo mejoras en la respuesta inmunológica, la presión sanguínea y los niveles de cortisol.
3. RELACIONES
Tener una buena red de apoyo constituye la protección más poderosa contra quedar traumatizado.
Los adultos atemorizados responden a los mismos consuelos que los niños aterrorizados: un abrazo y un balanceo dulce y la confianza de que alguien más grande y más fuerte se ocupa de todo, de manera que podemos dormirnos tranquilamente.
Para recuperarse, la mente, el cuerpo y el cerebro deben estar convencidos de que relajarse es seguro.
Nuestros vínculos de apego son nuestra mayor protección contra la amenaza.
El maltrato infantil, los abusos y la violencia doméstica son infligidos por personas que se supone que deben amarnos. Esto elimina la protección más importante contra quedar traumatizado: tener el amparo de las personas que amamos.
La formación de los terapeutas especializados en traumas incluye estudiar el impacto del trauma, de los malos tratos y del abandono, y dominar diversas técnicas que puedan ayudar a:
(1) Estabilizar y calmar a los pacientes,
(2) Ayudar a poner fin a los recuerdos traumáticos y a las recreaciones
(3) Reconectar a los pacientes con las personas que les rodean. Lo ideal sería que el terapeuta también hubiera estado en el papel de receptor de todas las terapias que practique.
4. RITMOS COMUNITARIOS Y SINCRONÍA
aplicaría lo que estaba viendo allí y que estudiaría cómo el ritmo, el canto y el movimiento pueden ayudar a sanar el trauma.
5. ENTRAR EN CONTACTO
la manera más natural que tenemos los humanos de calmar nuestro malestar es siendo tocados, abrazados y mecidos.
Por lo tanto, animo a todos mis pacientes a realizar algún tipo de trabajo corporal, ya sea masaje terapéutico, Feldenkrais o terapia craneosacral.
El tacto consciente y el movimiento conectan a la gente con la tierra y le permiten descubrir tensiones que quizás tiene desde hace tiempo de las que ya no es consciente. Cuando nos tocan, despertamos la parte del cuerpo que está siendo tocada.
Cuando se libera la tensión física, pueden liberarse los sentimientos. El movimiento ayuda a que la respiración sea más profunda
6. ACTUAR
La mejor manera de superar los patrones de sumisión incrustados es restaurando la capacidad física de actuar y defenderse.
Cuando las personas recuerdan un acontecimiento ordinario, no reviven también las sensaciones físicas, las emociones, imágenes, olores o sonidos asociados con ese acontecimiento. En cambio, cuando la gente recuerda completamente su trauma, «siente» la experiencia, queda sepultada por los elementos sensoriales o emocionales del pasado.
Un trauma solo se puede procesar bien si todas estas estructuras cerebrales se mantienen en línea.
Torres gemelas: 225 personas que habían logrado escapar de las Torres Gemelas. Al preguntarles qué les había sido más útil para superar los efectos de su experiencia, los supervivientes mencionaron la acupuntura, los masajes, el yoga y la EMDR, en este orden.
Escribir: Tenemos la libertad de entrar en una especie de estado de trance en el que el bolígrafo (o el teclado) parece canalizar todo lo que va saliendo de dentro. Podemos conectar esas partes narrativas y de autoobservación del cerebro sin preocuparnos por la recepción que tendremos.
En la práctica llamada «escritura libre», podemos usar cualquier objeto como test Rorschach personal para iniciar una corriente de asociaciones. Simplemente, escriba lo primero que le venga a la mente al mirar el objeto que tiene delante y luego siga sin detenerse, sin releer ni tachar.
Escribir sobre sus pensamientos y sus sentimientos más profundos sobre los traumas había mejorado su estado de ánimo y ello generaba una actitud más optimista y una mejor salud física.
se centraron en cómo había mejorado el conocimiento sobre sí mismos.
Actualmente, está ampliamente aceptado que las experiencias estresantes (un divorcio, los exámenes finales o la soledad) tienen un efecto negativo sobre la función inmunológica,
Experimentos de escritura en el mundo entero con estudiantes, pacientes de residencias, estudiantes de Medicina, presos de máxima seguridad, pacientes de artritis, madres primerizas y víctimas de violación muestran de forma constante que escribir sobre acontecimientos angustiantes mejora la salud física y mental.
que el objeto de la escritura es escribirnos a nosotros mismos, decirnos a nosotros mismos lo que hemos estado intentando evitar.
Autoprotección: Muchos comportamientos que están clasificados como problemas psiquiátricos, incluidas algunas obsesiones, compulsiones y ataques de pánico, así como la mayoría de los comportamientos autodestructivos, empezaron como estrategias de autoprotección.
Es mucho más productivo ver la agresividad o la depresión, la arrogancia o la pasividad como comportamientos aprendidos: en algún momento, el paciente acabó creyendo que solo podía sobrevivir siendo duro, invisible o estando ausente, o que era más seguro rendirse.
Es probable que los niños maltratados crezcan creyendo que son odiosos; es la única manera en que sus jóvenes mentes pueden explicarse por qué los tratan tan mal.
Los niños que exteriorizan su dolor en lugar de mantenerlo encerrado suelen diagnosticarse con un «comportamiento oposicionista desafiante», un «trastorno del apego» o un «trastorno conductual».
Pero estas etiquetas ignoran el hecho de que la rabia y el retraimiento son solo facetas de toda una serie de desesperados intentos por sobrevivir. Intentar controlar el comportamiento de un niño sin resolver el problema subyacente (los malos tratos) lleva a unos tratamientos que son inefectivos en el mejor de los casos y perjudiciales en el peor.
En nuestra siguiente sesión, le pedí que relajara el cuerpo, que cerrara los ojos, que centrara su atención en el interior, y que preguntara a esa parte crítica (la que su esposa había identificado) qué creía que pasaría si dejaba de juzgar despiadadamente a los demás.
Permaneció en silencio durante aproximadamente un minuto antes de susurrar: «Me haría daño».
«Cuando criticas a los demás, no se atreven a hacerte daño». Luego: «Si eres perfecto, nadie puede criticarte».
Más fármacos: Nuestro creciente uso de fármacos para tratar estas patologías no aborda los problemas reales: ¿con qué están intentando lidiar estos pacientes? ¿Qué recursos internos o externos tienen? ¿Cómo logran calmarse? ¿Mantienen una relación de afecto con su cuerpo, y qué hacen para cultivar una sensación física de poder, vitalidad y relajación? ¿Mantienen interacciones dinámicas con otras personas? ¿Quién los conoce, los ama y los cuida realmente? ¿Con quién pueden contar cuando están asustados, cuando sus hijos están enfermos o cuando ellos mismos están enfermos? ¿Son miembros de alguna comunidad, y desempeñan papeles vitales en la vida de las personas que los rodean? ¿Qué aptitudes concretas necesitan para centrarse, prestar atención y tomar decisiones? ¿Tienen un propósito en la vida? ¿En qué son buenos? ¿Cómo podemos ayudarles a sentirse a cargo de su vida?
Y hasta aquí los fragmentos del libro. Confío os aporte un poco de luz y sabiduría y, por supuesto, os recomiendo mucho la lectura completa del libro.
¡Feliz día! 😉
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